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Y ese lugar se llamó Taberá porque el fuego del Señor se encendió contra ellos.

La gente extraña que se había mezclado con los israelitas sintió ansia de comer, y los propios israelitas lloraban diciendo:

— ¿Quién nos proporcionará carne para comer? ¡Cómo nos acordamos del pescado que comíamos gratis en Egipto, así como de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos!

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